miércoles, 6 de abril de 2011

PANEL DE EXPERTOS

Agradecemos a nuestros invitados por su excelente exposición sobre la propuesta de Reforma Constitucional. Lic. Héctor García García, Procurador de los Derechos Humanos y Protección Ciudadana del Estado de Baja California; Lic. Gabriela Navarro Peraza, Coordinadora Regional de la Comisión nacional de los Derechos Humanos en Baja California; Dr. Agustín Manuel Velázquez Bustamante, Profesor Investigador de la Facultad de Derecho Tijuana UABC; Mtra. Oralia Soto Lamadrid, Catedrática de la Facultad de Derecho Tijuana de UABC.

III JORNADA DE DERECHO "EL DERECHO CONSTITUCIONAL Y LOS DERECHOS HUMAN0S"


II JORNADA DE DERECHO "CIVIL Y PENAL"


viernes, 9 de abril de 2010

No podemos separar la filosofía de la vida. Por Sheherazade Bigdalí Hernández

He tomado prestada esta frase de la Mtra. Mely Pérez Talamantes para iniciar mi participación que irá a caballo entre el testimonio y lo académico, dado que pretendo demostrar la inevitable unión entre la filosofía y la vida.
Nuestra mesa invita a la reflexión sobre la seguridad y el entorno vital, he decidido que la mejor manera de hacerlo no era desde una perspectiva absolutamente académica, sino desde el aporte íntimo de mi experiencia como víctima de violencia. Me mueve la intención honesta y profunda de que constaten la existencia de fenómenos como este que vulneran nuestra seguridad en el seno de los más privados entornos vitales.
Viví la violencia sin darme cuenta. Estuve en ella 13 años sin ningún tipo de reflexión, autocrítica o duda. Las cosas eran así y punto. Hubo de pasar mucho tiempo antes estar en posibilidad de detenerme a preguntar ¿y por qué son así las cosas?
En ese entonces para mí la situación privada no tenía nada que ver con la pública, tanto así que pude seguir trabajando sin conflicto alguno en el programa de género para jóvenes del Consejo guanajuatense de la juventud y el deporte. La contradicción no es tal si comprendemos que yo había “normalizado” es decir, vuelto normal lo que estaba viviendo y no dejaba ningún espacio para compararlo con la “anormalidad” de los casos manejados en el programa.
Sin embargo, en toda situación violenta sucede al menos un evento clave que detona la conciencia. Algunas personas lo dejan pasar, lo común es que finalice en la muerte de alguno o algunos de los involucrados después de cierto tiempo. En mi caso, activó los instintos de conservación de los cachorros. No importaba qué tanto daño sufriera yo mientras considerara exentos de ello a mis hijos, pero llegó un día en que los vi en peligro. Mi hijo, entonces de unos 4 años, intentó defenderme de mi agresor, su padre. Ese momento fue el decisivo, cuando la inercia y el miedo de tantos años trocó en fuerza y comencé la revisión.
Intentaba localizar la causa primaria, la razón, el origen de lo que estábamos viviendo. Hasta ese momento me di cuenta que no se trataba sólo de un “problema de pareja”, sino que involucraba a toda la familia, nuclear y extendida. Pero no había causa ni razón posible, la violencia nunca las tiene. Origen sí y por ahí comencé. Fue difícil descubrir, aunque es mejor decir asumir, que los primeros episodios violentos se presentaron al poco tiempo de iniciar la relación. Los estudios de que disponemos actualmente demuestran el carácter progresivo y ascendente de los actos violentos.
Esta etapa la viví con miedo de ser descubierta pensando sobre el problema, como si los pensamientos se transparentaran; viví con culpa y vergüenza, estaba enojada, con resentimiento, pero lo que la volvía más terrible era el secreto. La profunda convicción de que hay un secreto que no debe ser revelado.
Se ha perdido la propia identidad y cuesta reconocerlo, sin embargo es posible recuperarla. Tal vez se deban romper viejos paradigmas como aquellos que afirman que las relaciones violentas se siembran desde la infancia y no son sino la cosecha abundante y dolorosa de ese proceso vital. En mi caso no fue así, mi infancia fue feliz, con padres amorosos y pendientes de mis hermanas y de mí todo el tiempo, hasta la fecha y a pesar de las distancias. Así que me vi obligada a buscar por otras rutas.
Existe el deseo de entender qué y cómo pasó, de explicar cómo llegué a ser objeto de alguien más y dejé de ser sujeto; eso significa asumir, pensar mucho, tratar de dar nombre a las experiencias. Este es un primer paso para el proceso filosófico: llevar la experiencia, la mera anécdota a la formación de conceptos.
Me di cuenta que como filósofa, podía y puedo aportar clarificación conceptual.
Cuando fui capaz de dar un nombre a mi experiencia, pude manejarla, decidir sobre ella.
Ejemplos hay muchos, cualquiera que padezca una enfermedad sufre más mientras no sabe qué es, pero si se le diagnostica correctamente ya cuenta con elementos para combatirla o sobrellevarla, puede dedicar sus energías a algo más que preocuparse –inútilmente- en solitario.
Sucede lo mismo en la violencia, al conceptualizar la situación, el monstruo tuvo nombre y a partir de ese momento fui capaz de hacerme cargo de mí y mi presente. Pero como en la enfermedad, no basta con el conocimiento silencioso y personal. Debe compartirse.
Es absolutamente necesario hacer público lo que en principio es, o parece ser privado, porque es base elemental de la seguridad. Al hacer visible mi situación a la familia y amigos más cercanos, creé una red de soporte, tuve ojos que no sólo vigilaban que mis hijos y yo estuviéramos bien, sino que también, con ese pequeño acto, vigilaban al agresor. Conseguí hacerlo visible, porque aunque ya existía, nadie más sabía de él. Así se creó la posibilidad de contenerle.
Pero para ello, aunque no me gustara, tuve que asumir que yo era una víctima, y estaba vulnerable, por tanto no debía sentir culpa ni vergüenza. El silencio, la ocultación, la mentira, matan, pues mantienen secreta la causa de la inseguridad.
En este momento, la recuperación de objeto a sujeto sucede de maneras contundentes en un continuo proceso de vaivén, ya hice público, ya visibilicé lo que antes había conceptualizado, pero soportar la vista, el escrutinio, los juicios de los demás me lastima a la vez que dota de presencia, de sustancia, me va determinando poco a poco, nunca mejor dicho: volviendo en mí. Y esto incluye el interrogatorio morboso o indolente del ministerio público, el aburrimiento del médico legista, el cuchicheo de la vecina, todo existe pero al hacerlo me está haciendo de nuevo presente en el mundo. Y lentamente, todo contribuye a recuperar el sentido de la vida.
Cuando se ha conceptualizado primero y luego visibilizado la experiencia privada, es el momento de categorizar.
Estoy en posibilidad de volcar una vivencia, algo que no pasaría de simple anécdota en un aporte académico, cívico y/o político
Las categorías que realice pueden ser nuevas e irse enriqueciendo con aportes posteriores porque las he vuelto disponibles, públicas. O puede que preexistan categorías a las cuales afiliarme, pero el que existan las coloca en el lenguaje, y eso a su vez las hace disponibles para el estudio y el debate, con cual podrán eventualmente filtrarse hasta las esferas netamente políticas, y tal vez lleguen a influir sobre alguna ley, y consigamos finalmente un cambio práctico en nuestra comunidad. Porque las categorías permiten eso: ordenar, sumar, reglamentar, etc.
Es decir, el camino que me llevó desde la toma de conciencia y el inevitable periodo de extravío identitario, hasta el compromiso académico, cívico, político, es parte del proceso de curación.
La filosofía forma parte de la vida, conceptualiza, visibiliza, categoriza. He dejado la victimización necesaria en otros momentos del proceso, para buscar la cura personal y de familia, asumiendo como premisa lo que afirma Víctor Frankl: el problema radica en la pérdida del significado de nuestra vida y la espiritualidad es el camino para reencontrarla.
Estoy convencida que sólo hay dos formas de estar en el mundo: permitiendo que la vida nos viva y decida por nosotros, o bien, atreviéndonos a tomar el control sobre ella, teniendo el valor de decidir y asumiendo las respectivas consecuencias. Yo he decido darme con amor. Así llevo mi vida, mi magisterio, mi creación, todo, y ha sido la forma de crear seguridad para mí y los míos, la forma de tejer esas redes amplias que nos vayan haciendo responsables unos de otros, de manera honesta y afectuosa.
Tuve que recorrerlo todo para comprender que es posible tener seguridad en mi entorno vital, que puedo relacionarme de manera pacífica y no-violenta. Y que el ejemplo cunde, se contagia.
Gracias.

Seguridad Pública y Entorno Vital. Mesa 2

jueves, 8 de abril de 2010

Cultura de la legalidad: Derecho y libertad

Por Jesús M. Herrera A.

Publicado en El Mexicano: LUNES 15 DE MARZO DE 2010 / TIJUANA, B.C., p. 28A



El ser humano es libre, y a esta convicción se le ha opuesto el hecho de que por vivir en una sociedad, entonces tenemos que aceptar como un mal necesario el vivir dirigidos por reglas, y de aquí que se llegue a negar radicalmente que el ser humano sea libre.También hay otros radicalismos que invitan a un anarquismo que va de lo ilógico a lo irreal, tienen como fin el hecho de oponerse a cualquier sistema jurídico, precisamente, en pos de ser libres.Ante esto, pues nos parece oportuno el dejar un concepto de libertad que pueda responder a tales extremismos, ya que el primero es determinista y el segundo es indeterminista; el primero profesa que hay un destino y el segundo quisiera suponer que cualquier acto es arbitrariamente libre; como los extremos se tocan, entonces los dos pecan de olvidarse de que el ser humano es responsable.Y la responsabilidad es necesaria para construir un estado de derecho y también para cuidar del bien común; derecho, justicia y bien común, requieren de la virtud de la responsabilidad. Es que el ser humano no es una máquina a la que se le programen leyes, de manera que haya un garante absoluto de que éste nunca va a errar, así, es la responsabilidad lo que ayuda a ver de una manera más realista y viable la libertad humana, y en ello va de por medio el ser justos en las relaciones interpersonales.La libertad es algo propio de la persona, pues ésta resulta de lo que a ella lo constituye esencialmente, aquí nos referimos a esa psicología que ve a la persona como sujeto de razón o inteligencia y como sujeto de voluntad; dividimos para explicar, pero comprendemos que el ser humano es unidad, pues, de inteligencia y voluntad.La libertad es, precisamente, en donde vemos la unidad de facultades por lo que se es humano, ya que la libertad se da cuando se ponen en ejercicio la inteligencia y la voluntad al unísono, a partir de que es la inteligencia lo que mueve a la voluntad para actuar.Es que a un acto en el que no haya inteligencia (como puede ser el actuar por ignorancia), o en el que no haya voluntad (como puede ser cuando se actúa coaccionado por diversos medios, como puede ser el miedo), no se le puede considerar libre, no es acto humano, sino simplemente un acto del hombre, casi indistinto del animal, en el sentido de que estrictamente hablando nos estamos refiriendo a actos como el respirar o el dormir.El acto del hombre es casi indistinto al del animal porque no fue un acto libre, y los animales no son libres, sólo un ser de inteligencia y voluntad es libre. En virtud de lo anterior es que la libertad implica humanizarse, pues es que va uno distanciándose de la animalidad: lo que intento hacer ver es que ser libre significa aprender a ser dueño de uno mismo, lo cual se hace a través de una educación en términos de virtud.Cuando digo que la inteligencia mueve a la voluntad, se supone que tenemos conocimiento de por lo menos dos objetos que deseamos. Es que la inteligencia es la facultad por la cual conocemos algo, mientras que la voluntad es esa facultad por la cual deseamos, estimamos y amamos algo, entonces en la medida en que se conoce y se quiere algo, es que la persona hace una opción por ese objeto de su conocimiento y deseo.Yo veo que es Xavier Zubiri quien en el S. XX nos hace comprender esta dinámica, por la que se ponen al unísono la inteligencia y la voluntad, ya que él nos ha enseñado a comprender al ser humano como “inteligencia sentiente”.Por la libertad humana es que a veces algo queremos y no lo podemos conseguir, y algo podemos pero no lo queremos; la libertad, si se pudiera medir, valga la metáfora siguiente: pues resultaría apenas visible entre un milímetro y otro, a veces es tan así de limitada, pero al fin lo que haya, eso, es libertad. De manera que es casi imposible que al ser humano no se le premie o se le castigue por sus actos.Ahora bien, considero que lo más elemental del derecho positivo es que funge como vigía de la buena convivencia, y en definitiva de la paz en la sociedad: por lo cual es que el derecho positivo ha de cuidar del bien común, o sea la consecución de la justicia; en este orden de ideas es que cabe hablar de un derecho que enseñe a ser libre y responsable, i. e., que ayude a ser persona, por esto, también, es que se insiste en que la ética oriente al derecho.La convicción de que el ser humano es libre, implica el hecho de que las leyes positivas sean medio y no fin en sí mismas, significa que ellas sirvan como un pedagogo o facilitador para construir la libertad. El fin es la virtud, entonces el ser humano puede estar más allá de la ley, en la medida en que crece en la virtud.El fin es la virtud y el medio es la ley (ya de por sí para ser virtuosos se requiere primero de algunas mínimas leyes que ayuden a tener hábitos), de hecho no se puede alcanzar la virtud si no es a través de la ley o las normas. Pero ha de llegar un momento en que la normatividad desaparezca, esto sucede tanto cuanto se va alcanzando la madurez, cuando se va siendo responsable y no se requiere de la ley para ser justos.Más, también hay que mencionar que a la gente no le gusta crecer, pareciera que no le gusta ser libre, o que le tiene miedo a la libertad como dice Erich Fromm, pues le resulta más fácil vivir siempre cumpliendo por cumplir y no por convicción; lo más nefasto de esto es que al común de la cultura mexicana le gusta más bien que le indiquen lo que hay que hacer, o mejor es decir que a la gente le gusta que le ordenen lo que NO debe hacer, con el fin de evadir el trabajo que implica el hecho de ser propositivos.La actitud filosófica del jurista lo compromete a que éste alcance a ver que la ley es medio para la virtud, es decir, para ayudar a esa humanización a la que aludíamos, que consiste en que la persona aprenda a ser libre, que aprenda a construir su libertad; yo creo que hacia esto ha de tender una filosofía del derecho en la medida en que va integrando a la justicia, como el auténtico fin del derecho.He manejado como síntesis de la libertad ese principio de que es la inteligencia la que mueve a la voluntad, pero el psicologismo contemporáneo asegura que más bien es la voluntad la que mueve a la inteligencia, de hecho esto es cierto en tanto que se vive en una cultura voluntarista, al punto que se acusa al sujeto contemporáneo de caprichoso.Como se le quiera ver, el derecho siempre parte del supuesto de que el ser humano es libre; y si está ante todo el buen empeño por hacer que la ley se cumpla, cuando la intención del derecho sea en función del bien común, entonces se le reclama que es un sujeto libre al premiado o castigado por la ley, y lo que es más, la ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento, de manera que estamos obligados a conocer y respetar la ley libremente, no ciegamente.Incluso hay filósofos del derecho, en la línea del iusnaturalismo, como es el caso de Tomás de Aquino, que sugieren el que si una ley es injusta no hay que respetarla, a menos de que convenga más obedecer esa ley injusta que desobedecerla, usando el principio, pues, del mal menor.Así que está de por medio la libertad ante el derecho; y lo deseable es que una cultura de la legalidad sea escuela de libertad ciudadana o política; tal vez el problema sea que quien promueve la cultura de la legalidad, a saber, el gobierno, es quien menos da muestras de cumplimiento de la ley.

Cultura de la legalidad: la persona ante el derecho

Por Jesús M. Herrera A.
Publicado en Diario El Mexicano: TIJUANA, B.C. / LUNES 1 DE MARZO DE 2010 / p. 25A

Una nota que dejó la maestra Ana Cristina Borquez en mi columna pasada, dice que “la verdadera formación moral (no instrucción en el conocimiento de los valores, que es lo que se hace en las escuelas) podría augurarnos un futuro de leyes morales y por lo tanto, justas, que no se nos hiciera tan fácil dejar de cumplir o corromperlas, como en los países donde la gente respeta su ley como propia”, por esta convicción es, pues, que abrí la hipótesis de que tras el derecho ha de estar un sustento moral o ético.Y es que la convicción por respetar las leyes, en gran medida, viene cuando la persona se da cuenta de que el origen de las leyes procede de una auténtica intención por crecer como persona y como sociedad. Y hay que dar todavía un paso más, si atrás del derecho está la moral o ética, pues tras le moral o ética está el ser humano.Entonces, para alcanzar a ser justos, en tanto que equitativos, es imprescindible un conocimiento filosófico del ser humano; y en la línea de una filosofía personalista en la que me inscribo, se trata de tener la capacidad de ver al ser humano más allá de sus aspectos biológicos, ya que también hay otra dimensión que constituye unitariamente al ser humano, se trata de su vida o aspectos simbólicos.Es que desde esta línea personalista, las observaciones que se le hacen a los derechos humanos, es que estos no tienen un punto de dónde partir que sea suficiente para fundamentarlos, y por esta adolescencia, más bien lo que se hace es partir de convencionalismos, que en México, siendo honestos, no vienen del diálogo, sino de pleitos (reales o ficticios) que, además, sirven para distraer y/o confundir a la gente, con lo cual se hace una sociedad pasiva ante decisiones, muy legales, eso sí, pero injustas.La vida simbólica orienta o moldea a la biológica; es que la vida simbólica se refiere a la parte intencional y libre de la persona, mientras que la biológica se encarga de materializar lo que ocurre con la intencionalidad humana; uno ha de pensar, pues, antes de actuar; o la persona actúa o vive de acuerdo a cómo piensa, según cuáles son sus convicciones.El ser humano, pues, es animal intencional, de aquí que éste sea lo más enigmático que hay en el mundo, dada esta vida intencional que le es propia. Se trata de que la ley sea para el ser humano y no que el ser humano se subordine a la ley, y es que cuando la ley es injusta es porque ésta se positiva al margen de la condición humana.Hay, entonces, derechos que existen al margen de que se les reconozca positivamente; son derechos que surgen por el simple hecho de ser humano. De aquí que sin el reconocimiento de que haya derechos naturales, (o una ley natural, se decía antes), se hacen leyes injustas, lo son porque piensan en casi todo, menos en lo más importante, que es el ser humano.Se trata de un iusnaturalismo que es necesario describir para precisar, ya que hay sistemáticamente y desde la antigüedad griega algunas nociones de naturaleza humana y por ende, de ley natural, que no corresponden, pues, al iusnaturalismo que los filósofos del derecho, en la línea del personalismo y de otras escuelas filosóficas, actualmente están proponiendo. Aquí queremos proponer un iusnaturalismo que viene inspirado por el iusnaturalismo clásico, el cual hay que descubrir en su forma más auténtica.Una idea de naturaleza humana con justa razón rechazada es la de esa naturaleza aristotélica, en aquello de hacer ver como natural al esclavo, no se trata, pues, de esta idea de naturaleza que pone tal o cual condición social como algo natural, determinante y determinada.Claro que un iusnaturalismo clásico ha supuesto que hay una razón moral, como algo propio (y no accidental) del ser humano, y para esta concepción, el iusnaturalismo le debe mucho a Aristóteles, gracias a la doctrina de la virtud que el estagirita nos ofrece.Luego en la modernidad, en seguimiento de El Príncipe de Maquiavelo, la virtud se entiende más bien como fuerza de poder: haciendo del poder un fin y no un medio. Así que El Príncipe es uno de los paradigmas principales de naturaleza modernista, y con ello de iusnaturalismo, porque se hace del poder por el poder el motor de tal o cual ley de quien tiene el poder de positivarla, y ya sabemos del dicho más maquiavélico que hay: que el fin justifica los medios.La virtud, entonces, perdió el sentido de moderación que habían venido cultivando desde los pitagóricos hasta los escolásticos medievales, pasando por la Ética Nicomaquea de Aristóteles, en una línea muy clásica y, por ello, paradigmática para la formación moral, jurídica y política (en su acepción más amplia) de la persona.De Rousseau tenemos también una idea de naturaleza, muy seductora, pero que no corresponde con el iusnaturalismo que proponemos, sin embargo, se piensa en ley natural o naturaleza humana, todavía hoy, en términos del autor de El Contrato Social.Rousseau dice que el hombre es bueno por naturaleza, sugiere que es la sociedad quien lo desnaturaliza, quien lo pervierte; con una justificación vitalista esto volverá a aparecer en una lectura que se ha hecho tradicional en Nietzsche, para quien la moral, sobre todo la religiosa, hacen del ser humano un sujeto cobarde, porque esa moral le quita al hombre una vitalidad que lo hace capaz de enfrentar lo que es ineludiblemente trágico en su vida.Luego al extremo de Rousseau se coloca Hobbes, pues dice que el hombre es malo por naturaleza, al punto de hacer famosa la frase de Plauto, de que “el hombre es lobo para el hombre”; el ser humano es, pues, antisocial, y aparece un estado de naturaleza en términos de anarquía, pues es que el poder de la sociedad/estado es monstruoso, tanto, como que lo describe ese monstruo mítico que es el leviatán.Cuando se piensa en la sociedad y en el estado de derecho, es imprescindible la virtud social de la solidaridad; ésta puede ir conduciendo la ley y el poder para que éste no se desvirtúe.El iusnaturalismo en el que vemos lo que hay antes del derecho positivo, pone a la persona, decíamos, como sujeto de intencionalidades. Más aquí damos otro paso, que estas intencionalidades, en su forma más básica, en tanto que son las de la inteligencia y las de la voluntad, son las que hacen ver que el ser humano es libre.Así que el derecho positivo ha de cuidar el hecho de que el hombre siga construyendo su libertad, al margen de esto, de la persona como sujeto libre, luego se positivan leyes que más bien son para que el estado evada sutilmente la responsabilidad que le toca ante situaciones sociales, sobre todo, las emergentes, como es el caso de si despenalizar o no tal o cual droga, o el aborto, incluso se habla de si despenalizar o no el adulterio.La penalización o despenalización de algo es necesario que se haga en atención de ayudarle al ser humano a ser auténticamente libre. Se trata de la naturaleza humana que no está determinada, sino que se construye en términos de virtud, el hombre se va haciendo libre en la medida en que es virtuoso, y es importante que un estado de derecho cuide de la individualidad como de la sociabilidad; lo que sigue es, entonces, hablar de la libertad y el derecho.